Por Sergio Camargo Patarroyo, extraido de su blog:
Quiso un dios invocando tal estado volverse omnipotente y ser tirano, quitarle al sol ese calor amado y a la luna su brillo cotidiano. Quiso un dios invocando tal estado volverse omnipotente y ser tirano, quitarle al sol ese calor amado y a la luna su brillo cotidiano. A las flores dejó libres de aromas, a la miel le robo el sabor a gloria, le quitó los colores a las lomas, y al pasado robó toda la historia. Al mar le libró de olas y de espuma, al cielo lo dejó ya sin estrellas, a la tierra cubrió con densa bruma entre tormentas, truenos y centellas. Pidió que el hombre pronto se rindiera de hinojos a sus pies con obediencia, pero este se negó en forma altanera y en castigo perdió su inteligencia. Desde entonces las aves no trinaron, la aurora convirtió en negro su manto, brillaron los fusiles que sonaron con odio y se esfumó todo el encanto. El sol no volvió nunca a ver el brillo del agua que fue historia desolada, ni al trigal ya maduro, ni al potrillo jinete de quimeras, vuelto nada… No hubo diferencia entre el ocaso, la tarde, la alborada, noche o día, ya no hubo quien soñara y fue un fracaso todo intento de arreglo a su osadía. Ese dios llamo a muchos de los seres de luz que al universo protegían y les pidió consejo de deberes que debían ordenarle y que le urgían. Los dioses y los seres sabios todos coincidieron en darle esta lección: tú debes hacer bien, de todos modos sin imponer ninguna condición. Tan solo dando ejemplo se consiguen autoridad, respeto y obediencia y así tú lograrás que si te siguen te den su admiración y su conciencia. Haz el bien, da sonrisas, da esperanza, nunca quites a alguien su belleza, su vida, sus recuerdos, su pujanza, y obra con amor y gentileza…
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